La intensa devoción mariana de San Juan XXIII
San Juan XXIII, recordado como “el Papa bueno”, fue desde niño “un alma totalmente consagrada a María”, en el decir de su amigo el Cardenal Van Thuan.
Desde que lo hicieron obispo, el futuro Pontífice adoptó la costumbre de rezar el rosario en la capilla, después de la cena, con el personal de su casa. Ya como Sucesor de Pedro, publicó la encíclica Grata Recordatio sobre el rosario, escrita con el calor de un corazón amante.
Pero además fue autor de diversos pensamientos marianos que figuran en su “Diario del alma”, compendio espiritual redactado a lo largo de su vida. Aquí sobresalen unas preciosas meditaciones sobre los Misterios del Rosario. Para alimento de la devoción de nuestros lectores, resumimos en seguida sus comentarios a los Misterios de Gozo:
La Anunciación:
“El acontecimiento más importante de todos los tiempos. El punto más luminoso de la unión del cielo con la tierra. María inmaculada, la flor más bella de la creación, responde al mensaje celestial: Yo soy la esclava del Señor. ¡Acepto! E inmediatamente concibe al Hijo del Dios y se convierte en madre nuestra. La tarea más importante y duradera que tenemos que hacer consiste en darle gracias a Dios por haber aceptado hacerse hombre para salvarnos y por ser hermano de los hijos de María”.
La Visitación:
“Dos saludos perfectamente armonizados: ¡Bendita tú entre todas las mujeres!, Dios ha mirado la humillación de su esclava. Me felicitarán todas las generaciones. Al recitar las diez avemarías, pidamos la gracia de la caridad fraterna”.
El Nacimiento:
“Jesús nace de un seno virginal y su madre lo acuesta en un pesebre. A su alrededor, silencio, pobreza, sencillez, pureza. Tras el canto de los ángeles, viene la música de los pastores… Todos los pueblos se arrodillan en torno al pesebre. Con las diez avemarías ofrezcámosle los nios que han nacido durante las 24 horas de este día, bautizados o no, pues todos son ciudadanos del Reino de la Justicia y de la Paz de Dios”.
La Presentación:
“José está allí cuando Jesús, en brazos de María, aparece entre los dos Testamentos, como la luz de la revelación. Durante las diez avemarías alegrémonos de la expansión de la Iglesia. La Iglesia crece entre persecuciones, en un horizonte cuajado de esperanza y de gozo agradecido…”.
Hallazgo de Jesús en el Templo:
“Jesús se ha escapado y no lo encuentran hasta pasados tres días de mortal inquietud, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Así está sentado Jesús en la Iglesia. La Iglesia lo escucha atentamente y con humildad, vuelta hacia el futuro para entender con toda su inteligencia. Al rezar la diez avemarías, oremos para que los maestros, los investigadores, los periodistas, los obreros del Evangelio sigan el ejemplo de Cristo y expongan la verdad con sinceridad, sin desviaciones ni falsificaciones”.
Fuente: Cari Filii