El milenario remedio que descubrió un joven esposo para sanar el estrés y angustia que lo atormentaban

Reportes de estudios científicos, reflexiones de expertos y la realidad cotidiana de muchas personas alertan de un incremento en el deterioro de la salud mental. Ni qué decir del cómo practicamos la fe. Pero Dios sigue a nuestro lado ofreciendo su amor y efectivos “remedios”.

Una mañana el Padre Sergio Argüello, sacerdote de la Sociedad de San Pablo, tomaba el desayuno cuando tocaron de forma enérgica la puerta de su casa. Al abrir se encontró con Jorge, un feligrés a quien conocía, hecho un mar de lágrimas.

Nada más entrar, el joven comenzó a verbalizar la razón de su congoja: “Padre, ya no aguanto más. Mi papá está en el hospital, mi mamá casi no puede caminar. Mi esposa está enojada porque cuido a mis papás y en el trabajo quieren despedirme. Siento que me estoy volviendo loco, no sé qué hacer”.

El sacerdote lo confortó un momento y le propuso ir juntos a la capilla, pues “alguien lo estaba esperando”. Algo sorprendido, Jorge se dejó llevar y nada más ingresar se encontró de lleno con una bella imagen de la Virgen de Fátima: “Mira, contempla un momento el rostro de María. Ve cuánta paz y tranquilidad tiene”, le hizo notar el sacerdote.

Pero Jorge, aún con la voz quebrada, no estaba para catequesis y respondió: “Sí padre, lo sé, pero siento que ya no puedo”.

Con voz calma, el presbítero no se dio por vencido y suplicando mentalmente el auxilio de la Virgen prosiguió… “Hijo, ella es quien te puede dar la paz que tanto anhelas, porque como tú, no tuvo una vida fácil, siempre hubo problemas. Imagina lo difícil que fue contarle a José que estaba esperando al Hijo de Dios, trata de verla siguiendo a su amado Hijo a cuestas con la cruz, sangrando y siendo humillado, intenta sentir su dolor al verlo crucificado y después muerto en sus brazos…”.

De su mano las cosas serán distintas

Mientras Jorge mantenía sus ojos en la imagen, el sacerdote le invitó a arrodillarse con él ante la Virgen, buscó en su bolsillo, sacó su Rosario y entregándoselo le invitó a rezarlo…

Jorge rompió en llanto, liberando así algo del estrés que padecía. Y fue entonces que en medio de esa tormenta de emociones y dificultades, aferrándose a su fe, hizo una oferta a la Madre de Dios… Él rezaría a Dios, a diario, con el Rosario y ella lo envolvería en su manto mediando las gracias del Espíritu Santo que necesitaban él y su esposa.

Pasaron unos días y Jorge se encontró con el sacerdote en una librería. Nada más verlo se le acercó dando testimonio de la sanación que Dios le estaba regalando desde que comenzó a rezar a diario el Santo Rosario… “Padre, cuánto le agradezco a Dios, ahora le rezo a la Virgencita todos los días y me siento tan bien… Ya no estoy solo, pues la Virgen me ayuda con el Santo Rosario”.