Clamó perdón a Dios por asesinar a su hijo. El Rosario sostiene su nueva vida de fe

Es la primera vez que Patricia Deleon abre su corazón al mundo desde Uruguay, compartiendo los dolores que dejó el aborto en su vida. Con 46 años, ha navegado por diversas experiencias de pérdida que adquirieron sentido sólo al experimentar el perdón de Dios. Hoy el rezo del Rosario nutre su vida de fe.rezar el rosario

Mujer católica pero sin grandes convicciones, la separación de sus padres cuando tenía 15 años la dejó, junto a su hermana menor, al cuidado de la madre. Carente de convicciones, límites y diálogo familiar, ambas adolescentes se dejaron arrastrar por su sexualidad…

“Mi hermana de 15 años había quedado embarazada y en mi casa se desató una revolución, ya que ella nunca reveló la identidad del padre, pero fue apoyada desde el primer momento. Mi familia se encontró en un estado de tristeza y de resignación, que fue disminuyendo cuando asimilaron todo”.

Por su parte Patricia había iniciado un noviazgo y al mes de haber nacido su sobrino, “me entero de que yo también estaba embarazada, ¡y ya tenía tres meses!”.

Desazón, miedo, las presiones de su novio, formaron el caldo de cultivo para que al cuarto mes de embarazo la sentencia de muerte surgiera revestida de pacificadora solución. “Quise enfrentar la situación pero las heridas que había sufrido mi familia no me lo permitía. Lo hablé con mi novio y era inaceptable que yo diera una noticia así de nuevo a mi gente. Así que resolvimos el aborto para mi bebé”. Para ello fueron a Brasil a una clínica clandestina, en que un rústico tratamiento a sangre fría quito esa pequeña vida de su ser: “En ese momento, entendí lo que estaba haciendo”, relata afligida, “pero ya era tarde”.

En medio de la tempestad, Dios hizo un milagro

Pasa el tiempo y Patricia se casó con su novio. Recuerda que aunque no era entonces consciente de ello, fue la misericordia de Dios quien trajo a su vida una luz de esperanza. “Habían transcurrido cuatro años desde Brasil y me diagnosticaron infertilidad grado 1. Sí, pensé una vez más, todo tiene consecuencias. Pero cuando iban a comenzar los estudios para tratarla, quedé embarazada… milagrosamente. En ese momento sentí el perdón y la oportunidad que Dios me daba nuevamente. Pero mi corazón seguía roto. Después quedaría embarazada de dos niñas más”.

Dios, padre bueno que sana

Patricia quería recomponer su matrimonio y estar en paz con Dios. Sin embargo, una verdad inesperada llegaría cual tsunami sobre su vida… Su sobrino, ¡el hijo de su hermana!, sobre quien ella había volcado el cariño luego de abortar a su bebé, era hijo de su marido. “Ahí me pregunté el por qué mi esposo, cuando éramos novios, había presionado para que yo abortase… y en contrario, según los hechos, había acogido que mi sobrino viviera”. Estas ideas, dice Patricia, sumadas al mal carácter del esposo, la torturaban. Aferrarme al amor que podía generar con mis tres hijas “y mi pequeño bebé que está en el cielo”, sentencia, era lo que me quedaba.

Con la autoestima y el sentimiento de culpa al límite, inició el camino a la reconciliación cuando conoció a las hermanas capuchinas de la Parroquia Beata Francisca Rubatto. Allí inició un crecimiento sanador en la oración que posteriormente, le permitió contar su historia a sus tres hijas. “Oré con el Señor a solas, y cuando estaba de rodillas frente a Él, lloré y clamé perdón por lo cometido”, expresa con emoción; y añade: “Hace 18 años me atreví a confesar lo que hice y ahí empezó mi encuentro real con el Señor. Lo más importante fue la conversación directa que tenía con Él”.

Recomponiendo su maternidad, Patricia encontró en la Santísima Virgen el mejor modelo y en la devoción que la honra su sostén cotidiano… “El Santo Rosario se transformó en algo importante. ¡Es impresionante! Me acuesto todas las noches, de hecho lo llevo siempre conmigo. El rezar todos los días, y también el hablar con la monjita de mi parroquia, la madre Aurora, es una bendición tremenda”.

Fuente: www.portaluz.org