Testimonio del Rosario: El terrorista sorprendido y converso
Este peculiar testimonio del rosario, historia de gracia y conversión vivida por un terrorista, que puede leerse en el libro “Nuestra Señora de Fátima” escrito por William Thomas Walsh, nos la ha enviado la hermana carmelita, María Asunción de la Madre de Dios, desde el Monasterio “Cristo Rey y María Mediadora” en Santiago. Es un canto a la victoria del amor, un sí a la paz, una señal de esperanza:
“Hubo una demostración notable el 13 de Mayo siguiente a la muerte de Jacinta (se refiere a la vidente de Fátima) el día en que la famosa estatua era instalada en la capilla. No era algo extraño, pues un año o dos antes, un individuo había ido a Cova de Iria con el corazón más dispuesto al escarnio que al amor…
Corría la historia que tenía oculto en su bolsillo un artefacto explosivo, con el cual estaba decidido a destruir la capilla en presencia de la multitud. Pero, al introducir su mano en el espacio del pantalón, ¡se encontró en su lugar con un rosario! Una versión paralela -más probable- señala que habría sido su hermana quien le puso allí un rosario, para que su mano de descreído lo encontrase en el momento oportuno…
En todo caso, este hombre sorprendido, fue tocado por la gracia y retornó a la práctica de la fe. Luego, por gratitud, prometió mandar hacer una estatua para la capilla… que atrajo escenas de loca alegría cuando ocupó por primera vez su puesto de honor el 13 de mayo de 1920…
La entronización ocurría precisamente el día en que el Gobierno, resuelto a no contemporizar por más tiempo con una invasión de misticismo, había enviado un par de regimientos del ejército regular a Cova de Iria. Cuando comenzaron a llegar los peregrinos, se encontraron con fusiles y bayonetas contorneando el lugar de las apariciones. Sin acobardarse por esto, los más humildes y descalzos formaron un cordón aún mayor alrededor de los hombres uniformados, y procedieron a recitar el Rosario y a cantar las canciones de Nuestra Señora con tal pasión, que a poco los soldados principiaron a participar en ellas…”
¡Alabado sea Jesucristo!