El Primer Rosario de una Evangélica Recién Convertida al Catolicismo: Una gran Sanación Espiritual
En 2006 Kirsten McDonald, una canadiense evangélica y devota, de espiritualidad carismática, que nunca había tenido mucho trato con católicos, fue guiada por Dios con sueños y profecías hacia la fe católica, que aceptó en 2007.
Cuatro meses después de hacerse católica tras una catequesis acelerada, experimentó su primer encuentro con el Rosario.
Ella lo explica así en su web de evangelización CatholicBridge.com.
“Yo era escéptica. Sentada en el sofá entre mis dos amigas, comenzamos el Rosario. Hacía sólo unos cuatro meses que me había hecho católica, un viaje acelerado me había llevado hasta mi Confirmación en el pasado mes de Noviembre. Le había dicho al párroco que prefería no esperar hasta la Pascua para recibir al Señor. Él me lo autorizó porque yo tenía un diploma evangélico en Teología y había vivido seis años como misionera de oración evangélica”.
“¡Con el rosario la historia era diferente! Sabía que era algo que no estaba “obligada” a practicar para ser una buena católica. Yo venía del mundo carismático evangélico, veía al Rosario como objeto de sospecha; una “práctica” que los católicos sentían que “debían” hacer para ser escuchados por Dios o ganar su aprobación. No quería envolverme en “hacer obras”. Después de todo, Jesús y yo teníamos una relación cercana y no creía necesitar de esas “oraciones memorizadas” para ganar su atención.”
“Sin embargo, como miembro de una comunidad parroquial fiel y vibrante, era imposible evitar el Rosario. Sabía que necesitaba probarlo. En el pasado, cuando algo me preocupaba o dudaba, el Señor siempre había sido fiel conmigo y me había mostrado su voluntad, de modo que sentí que tenía que probar y hacerlo con mis dos amigas.”
“Junté toda mi valentía y le pedí a Linda y a Margarita que rezaran conmigo el Rosario ese Domingo de Pascua. Lo haríamos juntas porque yo no sabía cómo hacerlo. Ellas me guiarían con las oraciones y yo las iba a seguir.”
“Sentada con Linda a mi derecha y Margarita a mi izquierda en un confortable sofá de cuero, comenzamos esas oraciones centenarias. Real y honestamente quería hacerlo y probar; de modo que tímidamente rezaba las oraciones con el corazón centrado [en Jesús] en tanto que una parte de mí todavía rogaba a Dios que me protegiera de todo engaño y acto idolátrico.”
“A medida que rezábamos las decenas, era exactamente como yo sospechaba, no sentía ninguna “unción” en particular.”
“Cuando llegamos a la oración final, la “Salve” algo se revolvió dentro mío y comencé a lagrimear. Inmediatamente eso escaló en lo que puedo describir como un ruidoso gemido, como un aullido, clamando por ayuda a medida que mi espíritu gritaba más fuerte ¡Ayúdame, Jesús! ¡Ayúdame, Padre! Esto era muy similar a una experiencia de sanación interior que había vivido previamente antes de hacerme misionera, con la diferencia que esta vez era mucho más poderosa.”
“Me sentía como una pelota rebotando locamente contra las paredes y no sabía siquiera qué era lo que estaba siendo sanado.”
“Después supe que mi amiga Linda estaba aterrorizada de lo que pudieran pensar o hacer sus vecinos. Me trajo un almohadón para que me tapara la boca y pudiera seguir gritando [sin que se escuchara desde fuera] Esto duró varios minutos. De alguna manera estaba ahora más abierta interiormente, sentí que se habían caído barreras que no me dejaban crecer más cerca del Padre y de Jesús.”
“Sin siquiera darme cuenta, había entrado en el misterio en el que incontables almas fieles antes que yo habían experimentado: la fuerza oculta de Nuestra Señora, que declara en la Biblia “¡Mi alma glorifica al Señor”.¡Y lo magnifica, ella lo hizo!”
“Aquella experiencia fue todo lo que necesitaba: decidí rezar el Rosario diariamente, ese fue el comienzo de una hermosa relación con María.”
“Pienso que las barreras que se retiraron aquel día (no sé si experiencias de auto protección de la infancia, o heridas muy profundas) me capacitaron para caminar más plenamente en la voluntad del Padre para mi vida.”
“Ahora [desde 2011] estoy casada y rezamos el Rosario diario con mi esposo. No sólo fortalece nuestra relación con Jesús, sino la relación entre nosotros. Estamos convencidos que esta oración nos ayuda a vivir y encaminarnos hacia un futuro marcado por la unidad, la fe, la esperanza y el amor.”
Fuente: www.carifilii.es