Dan, un vaquero converso que rezando el Rosario encontró paz y un anhelo de eternidad

dan vaquero

La misericordia de Dios es incansable y está siempre esperándonos “a la vuelta del camino” para darnos su abrazo, llenarnos de paz y renovar nuestro entusiasmo por la fe y por la vida.

La imagen del vaquero trae a la mente esas tardes que pasamos muchos de nosotros, disfrutando en el cine o la televisión las aventuras de hombres nacidos para la aventura, que llegaban al final de cada jornada adoloridos y sudorosos pero prontos a compartir junto a una fogata, siempre con su querido caballo junto a ellos y rodeados por una naturaleza inhóspita bajo atardeceres interminables… Tal ha sido también la trayectoria del vaquero Dan Cummings, nativo de Ennis, Montana (EE.UU.), quien llevó “un estilo de vida de vaquero rudo alejado de la Iglesia durante más de 40 años”, como cuenta su hijo Joel al NC Register

Tras ocho décadas cuidando y arreando animales por las praderas de Montana, Dan se retiró a un hogar de ancianos para descansar y despedir la vida, manteniendo siempre el contacto con su familia. Adaptado ya a esa rutina descubrió un día, en el calendario semanal de su residencia, un grupo de oración llamado “The Rosary Team” (voluntariado católico que acompaña a adultos mayores) invitando a compartir en comunidad el rezo del rosario. Dan vaciló unos momentos, pero al fin se dijo a sí mismo que “darle una oportunidad al Rosario no hace mal”.

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Una vez dentro del grupo, el vaquero se sintió en confianza y, cuando le pidieron algunas palabras sobre sí mismo, reconoció que había “perdido la noción de la religión”. Los voluntarios le animaron entonces a acercarse a los sacramentos de la confesión y la Eucaristía para revitalizar su fe, asegurándole que Dios está siempre listo para derramar su misericordia y jamás deja de amar a sus hijos. 

Conmovido por la devoción que vio en aquellos voluntarios y luego de experimentar su apoyo, Dan accedió a la propuesta; programó confesarse con el padre John Crutchfield, de la parroquia San Patricio de Ennis y entonces vivió una conversión que trajo aire fresco a su alma, un encuentro con Dios que jamás imaginó. De hecho, desde entonces, no deja de ir a reunirse con Él en la misa semanal.

Vivir con sentido de eternidad
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Frecuentar los sacramentos y cultivar la oración ha renovado el alma de Dan. “Ahora tengo paz y soy mucho más feliz”, dice, y añade: “Ha cambiado toda mi perspectiva de la vida. Tengo 80 años y, antes, lo único que esperaba era dejar de respirar; ahora tengo paz. Ni siquiera puedo explicarlo. Vivir en una residencia de ancianos te limita bastante, y es increíble lo bien que me hace rezar el Rosario”, sostiene, mencionando además dos “milagros” experimentados en su vida: sobrevivir a una cirugía que casi lo lleva a la muerte y, ahora, volver a la fe, enfatizando que “Dios aún no ha terminado conmigo”. 

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Dan Cummings junto a voluntarias de The Rosary Team 

La hija de Dan, Corinna, comenta al Register la sorprendente conversión que la oración del Rosario regala a su padre: “Él dice estar preparándose ahora para «las finales», un guiño jocoso a su entusiasmo y dedicación en este ocaso de la vida”, dice, recalcando que “bajo ese humor late una profunda verdad: el regreso de papá a la Iglesia demuestra el poder duradero de la fe y del consuelo que puede brindar, sin importar adonde nos haya llevado el viaje de la vida”, y destaca que las visitas semanales del Equipo del Rosario “se han convertido en una parte preciada de su vida, reconfortándolo y dándole motivación”, concluye. 

Fuente: National Catholic Register