El alma mariana, devota del Rosario, de Benedicto XVI
Los católicos conocemos de sobra el amor de san Juan Pablo II al santo Rosario, que culminó en la adición de los Misterios Luminosos. Menos conocido es el vínculo, igualmente profundo, entre el fallecido Papa Benedicto XVI y esta oración; un rasgo que daba testimonio del “sello mariano” presente en el alma del querido pontífice alemán.
El Papa Ratzinger fue muy explícito en recomendar el Rosario. Lo hizo de manera continua, aprovechando cada ocasión para ofrecer una palabra de sabiduría que enriqueciera la devoción de sus oyentes.
Así, en la exhortación apostólica Verbum Domini (2010) recuerda “la relación inseparable entre la Palabra de Dios y María de Nazaret” e invita a promover entre los fieles, sobre todo en la vida familiar, la oración a la Virgen como una ayuda para meditar los santos misterios contenidos en la Escritura. Y luego añade: “Un medio de gran utilidad es el rezo personal y comunitario del santo Rosario, que recorre junto a María los misterios de la vida de Cristo, y que el Papa Juan Pablo II ha querido enriquecer con los misterios de la luz” (n. 88).
En la audiencia general del miércoles 6 de octubre de 2010 animó a los fieles a“redescubrir” el rezo del Rosario y “a valorar esta oración tan querida en la tradición del pueblo cristiano”.
Invitó a los jóvenes a “hacer del Rosario la oración de todos los días” y a los enfermos, “a crecer, gracias al rezo del Rosario, en el confiado abandono en las manos de Dios”. No olvidó a los recién casados, a quienes llamó “a hacer del Rosario una contemplación constante de los misterios de Cristo”.
El Rosario como una peregrinación a través de la vida de Jesús y de María
Estas exhortaciones de Benedicto XVI, al tiempo que fomentaban una manera profunda de orar, no pretendían enajenar ni la oración ni los orantes del mundo y sus circunstancias. Conviene recordar lo dicho por el mismo pontífice en 2007:
“Para un cristiano, rezar no significa huir de la realidad y las responsabilidades que implica, sino asumirlas hasta el final, teniendo confianza en el amor fiel e inagotable del Señor. (…) La oración no es algo accesorio o una ‘opción’, sino una cuestión de vida o muerte. Sólo quien reza, es decir, quien se confía a Dios con un amor filial, puede entrar en la vida eterna, que es Dios mismo.”
Ángelus 4/3/2007
Con esto en mente podemos descubrir que el Rosario, para Benedicto XVI, era siempre un camino al encuentro de Dios.
El 19 de octubre de 2008, en el Santuario de Pompeya, el Papa invitaba a experimentar “la belleza y profundidad de esta oración, sencilla y accesible a todos”. “El Rosario” –añadía– “es escuela de contemplación y de silencio”, pues la “cadenciosa repetición del Ave Maria no turba el silencio interior, sino que lo busca y alimenta”. ¿Cómo lograrlo? “Es necesario ante todo dejarse conducir de la mano de la Virgen María a contemplar el rostro de Cristo: rostro alegre, luminoso, doloroso y glorioso”. Y de la contemplación pasa a “hacer vida” la oración: “Quien, como María y junto a Ella, custodia y medita asiduamente los misterios de Jesús, asimila cada vez más sus sentimientos, se conforma con Él”.
El lunes 5 de mayo de 2008, al inaugurar el mes de María europeo en la basílica de Santa María la Mayor, afirmó que “el santo Rosario no es una práctica relegada al pasado, como oración de otros tiempos en la que pensar con nostalgia… En el mundo actual tan disperso, esta oración ayuda a poner a Cristo en el centro, como hacía la Virgen, que meditaba interiormente todo aquello que se decía de su Hijo, y lo que Él hacía y decía”. Y a continuación agregó una de sus reflexiones más recordadas: “En efecto, el Rosario, cuando se reza de modo auténtico, no mecánico y superficial sino profundo, trae paz y reconciliación. Contienen en sí la potencia sanadora del Nombre santísimo de Jesús, invocado con fe y con amor en el centro de cada Avemaría”.
Por fin, antes del rezo del Ángelus del domingo 16 octubre 2005, afirmó el Papa que el Rosario no se contrapone a la oración litúrgica; es más, constituye un complemento natural e ideal, en particular como preparación y como acción de gracias a la celebración eucarística.
10 consejos de Benedicto XVI para rezar mejor el Rosario
1. “El santo rosario no es una práctica piadosa del pasado, como oración de otros tiempos en los que se podría pensar con nostalgia. Al contrario, el rosario está experimentado una nueva primavera”.
2. “El rosario es uno de los signos más elocuentes del amor que las generaciones jóvenes sienten por Jesús y por su Madre, María”.
3. “En el mundo actual tan dispersivo, esta oración [el rosario] ayuda a poner a Cristo en el centro como hacía la Virgen, que meditaba en su corazón todo lo que se decía de su Hijo, y también lo que El hacía y decía”.
4. “Cuando se reza el rosario, se reviven los momentos más importantes y significativos de la historia de la salvación; se recorren las diversas etapas de la misión de Cristo”.
5. “Con María, el corazón se orienta hacia el misterio de Jesús. Se pone a Cristo en el centro de nuestra vida, de nuestro tiempo, de nuestras ciudades, mediante la contemplación y la meditación de sus santos misterios de gozo, de luz, de dolor y de gloria”.
6. “Que María nos ayude a acoger en nosotros la gracia que procede de los misterios del rosario para que, a través de nosotros, pueda difundirse en la sociedad, a partir de las relaciones diarias, y purificarla de las numerosas fuerzas negativas, abriéndola a la novedad de Dios”.
7. “Cuando se reza el rosario de modo auténtico, no mecánico o superficial sino profundo, trae paz y reconciliación. Encierra en sí la fuerza sanadora del Nombre Santísimo de Jesús, invocado con fe y con amor en el centro de cada Avemaría”.
8. “El rosario, cuando no es mecánica repetición de formas tradicionales, es una meditación bíblica que nos hace recorrer los acontecimientos de la vida de la Señor en compañía de la Santísima Virgen María, conservándolos, como Ella, en nuestro corazón”.
9. “No debe cesar esta buena costumbre, es más debe proseguir todavía más con mayor compromiso de manera que, en la escuela de María, la lámpara de la fe brille cada vez más en el corazón de los cristianos y en sus casas”.
10. “(En el rezo del rosario), les encomiendo las necesidades de la Iglesia, los grandes problemas de la humanidad: la paz en el mundo, la unidad de los cristianos, el diálogo entre las culturas”.
Fuentes: Vatican.va / Aleteia / Arquidiócesis de Sevilla