Periodista argentino dice que la Virgen del Rosario de San Nicolás lo salvó de quedar paralítico

“Yo rezaba el Ave María, no sabía hacer el Rosario, pero le dije a la Virgencita: ‘por favor pídele a Jesús que me ayude’.”

El 22 de mayo de 2016 Mons. Héctor Cardelli, quien era entonces obispo de la diócesis de San Nicolás (Argentina) hizo público el decreto en el cual reconoce el “Constat de Supernaturalitatet” respecto de las apariciones de la Virgen María del Rosario de San Nicolás.
 
Fue el año 1983, cuando sin causa natural o provocada por intervención humana o de la tecnología, comenzaron a iluminarse algunos rosarios que portaban los habitantes del pequeño pueblito San Nicolás de los Arroyos, a 240 kilómetros de la capital argentina. “Mientras esto se repetía, cada vez con más frecuencia, congregando al rezo del Santo Rosario a multitud de vecinos, a una mujer sencilla, buena esposa y madre ejemplar, comienza a aparecérsele la Santísima Virgen, registrándose el 25 de setiembre de 1983, como la fecha en que por primera vez experimenta este suceso maravilloso”, señala el portal del Santuario administrado por el Obispado de San Nicolás.
 
Pocos meses después de iniciar estos hechos, nace en este mismo lugar Gustavo Martín Méndez, hoy periodista y presentador de la televisión argentina, quien a sus 36 años hace público en Portaluz un emotivo testimonio de gratitud a la Virgen María del Rosario de San Nicolás. Ella —relatará Gustavo— le acompañó en sus noches oscuras, cuando el dolor corporal parecía vencerlo; Ella medió ante Dios y Gustavo, en una suma de fe y esfuerzo personal, alcanzó lo que parecía imposible… “Fui donde la Virgen para agradecerle por haberse presentado y por este milagro. Porque sí, yo iba a quedar paralítico y estaba parado delante de ella; yo iba a tener la posibilidad de caminar y no la iba a desaprovechar”, testimonia.

Los dolores empiezan en la infancia

Gustavo creció conociendo historias de fieles devotos de la Virgen del Rosario, sabiendo así que ella es un vínculo sólido entre el cielo y la tierra; para mayor cercanía, la casa familiar estaba ubicada a menos de un kilómetro del Santuario construido a petición de la Madre de Dios. “Íbamos al campito, cuando no existía el Santuario ni nada alrededor, íbamos a ver la Imagen, algo muy humilde y yo le pedía por juguetes, me acuerdo para navidad o el día del niño” recuerda Gustavo.
 
La infancia transcurría sin contratiempos, rodeado de muchos familiares, amigos y vecinos que llegaban siempre a compartir tiempo libre en la casa de sus padres. Gustavo disfrutaba practicando deportes y no podía imaginar que a sus 11 años su mundo pondría del revés. “Empecé a padecer dolores de espalda en la zona lumbar, que me agarraban en la noche tipo 3 o 4 de la mañana. Con el pasar de los meses se fue haciendo más fuerte”, relata.

Decenas de batallas para recuperar la salud

Tras dos años sin que el dolor remitiera le llevaron al médico del pueblo, quien al no contar con una tecnología diagnóstica adecuada no descubrió nada, dice Gustavo, y detalla lo que por entonces sentía: “Cuando llegué a los 13 siguieron los dolores, sentía que mis piernas no reaccionaban como yo quería, no tenía coordinación, y tenía un hombro más caído que el otro”.

Los síntomas se hicieron intensos y constantes hasta que un día al levantarse, comenzó a tener dificultades para orinar. “Llegó un momento en que no orinaba”. Casualmente pasó por San Nicolás un médico que advirtió cuán grave era su condición y lo derivó a especialistas en otra ciudad, Rosario, desde donde lo derivarían al Hospital Garraham en Buenos Aires.

Finalmente identificaron que los daños sistémicos que padecía eran causados por un tumor benigno dentro de la médula. Luego de nueve horas en el quirófano, para sanar necesitaría ayuda extraordinaria. “Las secuelas que me dejó el tumor fue desviación de la columna, escoliosis y cifosis, atrofia neurogénica en una pierna, vejiga neurogénica y un reflujo renal (…) Mi papá sabía que yo tenía más de un noventa por ciento de quedar paralitico, por eso le habían dicho a mi viejo que se prepare para la nueva vida de su hijo” comenta.

“La Virgencita no me abandonó”

Durante cada etapa de este periplo entre médicos, exámenes y un sinfín de dolencias, recuerda que siempre fue encontrando devotos de la Virgen del Rosario de San Nicolás alentando su esperanza. También él se aferró con fe pidiendo la mediación y poco a poco su cuerpo iría recuperando la salud.

En una de sus últimas batallas Gustavo arriesgaba necesitar una operación que le dejaría orinando por el ombligo. “Lo que recé, lo que le pedí a la Virgen, más que en la operación anterior; me imaginaba yendo a un boliche u otro lugar llevando un estuche para orinar por el ombligo y de por vida. Así que recé mucho”, confidencia Gustavo. Pocos después se realizó el examen de urodinamia que definiría si debían operarlo… “Yo rezaba el Ave María, no sabía hacer el Rosario, pero le dije a la Virgencita: ‘por favor pídele a Jesús que me ayude’”.

La Virgen y Jesús cumplieron, no fue necesario operar y su recuperación continuó. “La Virgen estuvo conmigo también para poder forjar mi futuro y hoy en día trabajar en la televisión argentina, la Virgencita no me abandonó” finaliza el periodista Gustavo Martín Méndez.


Fuente: Portaluz.org