Por qué el Rosario NO es vana repetición
Los protestantes a veces acusan a los católicos de “vana repetición” al rezar el Rosario. Esta es una referencia a Mateo 6,7, donde Jesús instruye: “Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos, que piensan que por su palabrería serán oídos”.
Claro, cuando rezamos el Rosario hay mucha repetición. El problema no es la repetición, sino la vana repetición. Si la repetición fuera el problema, Jesús tendría un serio cuestionamiento con el Salmo 136, en que cada versículo termina diciendo “porque su misericordia permanece para siempre”. No, el problema no es con la repetición como tal, sino con la vana repetición.
Así pues, ¿qué es la “vana repetición”? Ocurre cuando a la persona que ora se le da un mantra para que lo repita una y otra vez a fin de que su mente entre en un estado de trance. En la meditación trascendental, por ejemplo, al devoto se le da una palabra aparentemente sin sentido para que la repita una y otra vez. Eso es una vana repetición.
La vana repetición es también reiterar una oración fija sin pensar en lo que haces, una oración fija en un idioma que no puedes entender o una oración fija que sientes que tiene algún tipo de poder mágico a la manera de un encantamiento o hechizo. La repetición vana también puede ser la repetición de una fórmula de oración que a tu parecer tiene mérito propio, simplemente porque se repite una y otra vez. Las palabras podrían ser cualquier vieja tontería, pero el devoto piensa que son meritorias por el mero hecho de repetirlas. Por ende, la vana repetición es la repetición sin ningún fundamento en el significado o propósito.
Eso es lo que Jesús quiere decir en la segunda mitad de Mateo 6, 7 cuando señala: “Piensan que por su palabrería serán oídos”.
El Rosario versus las formas de oración de Oriente
El Rosario puede parecer lo mismo que un hindú que canta su mantra, pero es radicalmente diferente.
La oración oriental repetitiva tiene la intención y el propósito de ayudar al devoto a vaciar su mente y entrar en un estado de auto-abnegación y olvidar este mundo. El objeto de la meditación en las religiones orientales es que el devoto entre en una especie de nada en la que todas las cosas materiales son olvidadas o negadas.
El Rosario no es un vaciamiento sino un forma de llenar. No es un olvido sino un recuerdo. De manera similar a la Misa, a través de la cual llevamos al momento presente los acontecimientos de nuestra Redención, así también la meditación de los misterios del Rosario trae a nuestro presente los misterios del Evangelio, y permitimos que el Espíritu Santo los aplique a nuestras vidas.
He escrito sobre esto en mi libro Praying the Rosary for Inner Healing (“Rezar el Rosario para la Sanación Interior”). Este libro explica cómo los misterios del Rosario nos llevan paso a paso a través de la vida de Cristo, y al meditar sobre las etapas de la vida en Cristo accedemos a la vida perfecta de Cristo con María. Donde hay imperfecciones, pecados y traumas en las etapas de nuestras vidas y en las vidas de nuestros seres queridos, las vidas perfectas de Jesús y María se aplican para la sanación y reconciliación de nuestras vidas.
Esto está lejos de ser una “vana repetición”. En cambio, a través de los misterios del Rosario, el dinámico paso de Cristo por este mundo es revivido y aplicado a las necesidades nuestras y del mundo entero.
No es cualquier palabra lo que se repite
Pero hay un aspecto de la meditación oriental que está presente en el uso del Rosario. El mantra, una oración repetitiva, produce efecto en nuestras mentes y corazones. La meditación oriental ocupa el “canal del lenguaje” para sumir al resto de la mente en un estado de “vaciamiento”. Tal es el objetivo de esa clase de meditación. La oración repetitiva proporciona una especie de “sonido de fondo” para que la mente pueda moverse más allá del lenguaje hacia el reino del Espíritu.
Esta forma oriental de meditación no sólo es vana, sino espiritualmente peligrosa. Si una persona no está bautizada o protegida por el Espíritu Santo, una vez que haya “vaciado su mente” también puede abrirla, como su corazón, a otros espíritus. Esta es la crítica a la Meditación Trascendental. El mantra que se le da a la persona para recitar parece una palabra sin sentido. Sin embargo, algunos críticos dicen que la palabra “Omm” no carece de sentido, sino que sería el nombre de una deidad hindú. Una persona desprotegida, al cantar este nombre una y otra vez, estará invocando a deidades paganas, invitándolas a entrar en sus corazones y mentes, que han sido convenientemente desocupados a través de la técnica de oración antes descrita.
La oración repetitiva del Rosario tiene un efecto similar al ocupar el canal lingüístico de la mente, pero en vez de hacerlo con una palabra o frase sin sentido, se basa en la oración profundamente significativa del Ave María, que lleva a la persona al corazón del misterio de la Encarnación.
El objetivo del Rosario, por tanto, no es vaciar la mente, sino llenarla con los misterios de la vida de Cristo. El objetivo del Rosario no es provocar un estado aletargado de vacío mental y emocional, sino entrar en la plenitud de los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos y así entrar más plena y misteriosamente en la vida misma de Cristo.
Plenitud de vida en Cristo Encarnado, objetivo del Rosario
Quienes practican religiones orientales y paganas utilizan la oración repetitiva, la cual posee algunos claros beneficios prácticos: ocupa el canal lingüístico de la mente, abriendo así las áreas supra lingüísticas a un nivel superior de oración. Sin embargo, el Rosario difiere de esas formas paganas porque no lleva al discípulo religioso a un estado soso y ausente en que le puede ocurrir cualquier cosa. Por el contrario, lleva al discípulo de Cristo a una participación positiva, poderosa y significativa en el misterio de la Encarnación.
El Rosario es, por tanto, un poderoso símbolo de toda la teología católica. Nuestra religión no es un escape de la realidad o una evasión de lo físico. Se trata más bien de una inmersión en la realidad y de una participación plena en lo físico e histórico. Nuestra religión no es un escape de este mundo, sino un abrazo a este mundo. La oración cristiana no es una experiencia etérea de otro mundo, sino una experiencia sobrecargada de otro mundo que penetra en éste a través del misterio de la encarnación de la Segunda Persona de la Trinidad en este mundo, a través de la asombrosa acción de tomar la carne de la Santísima Virgen.
El Rosario es poderoso y transformador porque es una participación cotidiana, sencilla, orante y poderosa en este misterio de nuestra Redención y de la Redención del mundo entero.
Fuente: Padre Dwight Longenecke en National Catholic Register (original en inglés)