Reflexión del mes de Diciembre
Sermón de la Epifanía (fragmento)
¿Hay algo que pueda declarar más inequívocamente la misericordia de Dios que el hecho de haber aceptado nuestra miseria? ¿Qué hay más rebosante de piedad que la Palabra de Dios convertida en tan poca cosa por nosotros? Señor, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? Que deduzcan de aquí los hombres lo grande que es el cuidado que Dios tiene de ellos; que se enteren de lo que Dios piensa y siente sobre ellos. No te preguntes, tú, que eres hombre, por qué has sufrido, sino por qué sufrió Él. Deduce cuánto te valoró, considerando todo lo que sufrió por ti; y así, por su humanidad, te quedará en evidencia su bondad. Cuanto más bueno se hizo en su humanidad, tanto más grande se reveló en su bondad; y cuanto más se dejó envilecer por mí, tanto más querido me es ahora. Ha aparecido –dice el Apóstol– la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor al hombre. Grandes y manifiestos son, sin duda, la bondad y el amor de Dios, y gran indicio de bondad reveló Quien se preocupó de añadir a la humanidad el nombre Dios.
San Bernardo, Sermón 1 en la Epifanía del Señor
Oración
Dios todopoderoso, a quien nadie ha visto nunca, Tú que has disipado las tinieblas del mundo con la venida de Cristo, la Luz verdadera, míranos complacido, para que podamos cantar dignamente la gloria del nacimiento de tu Hijo, que vive y reina contigo.
Fuente: Oficio de Lectura, 29 de Diciembre / Liturgia de las Horas