Sobre la Oración y María, por el Padre Francisco Verar
El Padre Francisco Verar (Panamá, 1955) es conocido por su labor pastoral a través de libros, charlas, retiros, y también por su acendrada devoción mariana. Tomamos a continuación una serie de consideraciones del Padre Verar sobre el papel de la Santísima Virgen que son especialmente oportunas en Octubre:
Este mes del Santo Rosario es el mes de oración por excelencia en la Iglesia. Conviene tener en cuenta el rol privilegiado que cumple Nuestra Madre del Cielo en la Iglesia, en orden a la salvación de las almas. Podemos enumerar tres puntos principales:
1. María como Intercesora
La oración fue el apostolado que la Virgen en su vida terrena más realizó, aparte de la educación de Su Hijo. Observemos cómo la educación de un Hijo y el ser esposa caminan a la par con la vida de oración. Es decir: se educa y se sirve a la vida desde la oración y la oración misma enseña a educar y a servir. Ese fue el rol que María desempeñó en la tierra, pero aún sigue ejerciendo por nosotros en el Paraíso. Es decir: la Virgen educa hoy a sus hijos desde Su oración en los Cielos, y mientras los educa también ora. Luego, en el Cielo es donde más se ora y la vida de oración que podamos desarrollar en el tierra, será una preparación para la vida del Paraíso: sin oración no hay vida eterna. Luego, ¿por que María ora o para qué ora? Para que el Espíritu Santo llene los corazones de sus hijos con una fe firme, porque la oración y la fe llenarán el corazón de amor y de alegría. Esta fe firme es importante frente a los tiempos que vivimos, y es la manera para ser signos vivos de amor y alegría ante quienes están lejos de Dios.
2. María, ejemplo de oración con el corazón
La vida de la Virgen fue pura oración, sobre todo en la intimidad de su Corazón inmaculado. Este ejemplo tiene la fuerza de una exhortación para nosotros, sus hijos, porque quien no tiene vida de oración no puede invitar otros a tenerla. Esa oración no se aprende en libros, sino que cada quien la aprende por sí mismo cuando se esfuerza en practicarla día a día. No se trata de orar en grupo, ni de rezar el rosario o meditar la Biblia, por citar algunos recursos para la oración, sino de abrir primero el corazón a Dios, sea cual fuere el recurso que se utilice; ponerse cada día delante de Él, con las puertas abiertas de par en par, sin algún tipo de reservas. Quizá la mayor crisis que estamos confrontando en la Iglesia sea precisamente el no saber orar. Quien no ora continuamente y no ha hecho de su vida una oración, no podrá ayudar a los demás a orar.
La vida de oración sólo se aprende a los pies de Jesús, por lo que para exhortar a los demás hay que doblar rodillas, hay que “tratar de amistad estando muchas veces a solas con Quien sabemos nos ama”, como escribió Santa Teresa de Ávila. Y este tratar de amistad con Quien sabemos nos ama es nuestro primer deber.
El ciclo de apariciones marianas oficiales que comenzó con Lourdes, a fines del siglo XIX, y que desde entonces se ha repetido en numerosos lugares, ha hecho resonar en la Iglesia una llamada a la oración con insistencia nunca vista antes. Por tanto, ¡hay que orar con el corazón! ¡Hay que transformar la vida en oración! Todo comienza al ponerse cada día delante de Jesús. Allí se descubre que la oración no es repetir palabras, pedir algo o cumplir con un deber, sino experimentar, cada vez con mayor intensidad, el fuego del amor de Dios. Dios es fuego devorador, Dios es sólo amor y el Amor mismo. Pero esto no hay que repetirlo a los demás, por el contrario, hay que vivirlo, porque también vivimos para orar y oramos para vivir.
Lecciones de Santa Teresa
Este año celebramos los 500 años del nacimiento de Teresa de Jesús y el próximo 15 de octubre honramos su Memoria. ¿Y quién fue Teresa? La gran reformadora del Carmelo, pero la “reforma” que primero hizo fue la de su propia vida, y esta reforma la logró por medio de la oración con el corazón. Y Teresa habló de 4 grados de la oración con el corazón en el libro de su Vida (cap. 11 al 18) y en el Castillo Interior. Veamos:
Primer grado de oración: “De los que comienzan a tener oración podemos decir son los que sacan el agua del pozo, que es muy a su trabajo, como tengo dicho, que han de cansarse en recoger los sentidos, que, como están acostumbrados a andar derramados, es harto trabajo”. (V. 11, 9) En esta manera de orar se experimenta trabajo y esfuerzo, por no estar acostumbrado a recogerse en el interior del alma. El hombre está “derramado” hacia el exterior y por tanto, su oración es fatigosa y con escaso fruto. Sentirá malestar y disgusto cuando, a pesar de su trabajo en recogerse y meditar, no halle en sí más que sequedad y vacío. Santa Teresa invita a quienes comienzan este camino a no quedarse en una praxis de la oración que solo agrada al sentido. No hay que quedarse atado del ejercicio de la oración dura, sino abrirse a una relación de amistad desinteresada.
Segundo grado de oración: Se saca el agua con una noria: “…con noria y arcaduces, que se saca con un torno (yo lo he sacado algunas veces), es a menos trabajo y sacase más agua” (V. 11,7) Aquí el orante experimenta ciertos gustos muy particulares que no vienen de ninguna manera procurados por su mucho discurrir o meditar en las cosas de Dios. Aunque en este grado no se ha de dejar del todo la oración mental, Teresa nos habla de la oración de quietud, que es precisamente una comunicación de Dios al alma en la que la persona siente en sí un recogimiento hacia lo profundo de su ser, en el que su voluntad siente y goza claramente de unos gustos, contentos, que no había conocido antes en ninguna cosa de este mundo: “Aquí se comienza a recoger el alma, toca ya aquí cosa sobrenatural, porque en ninguna manera puede ganar aquello por diligencias que haga” (V. 14,3)
Tercer grado de oración: el agua con que se riega esta huerta del alma “es agua corriente de río o de fuente, que se riega muy a menos trabajo, aunque alguno da el encaminar el agua. Quiere el Señor aquí ayudar al hortelano de manera que casi él es el hortelano y el que hace todo” (V.16,1) Se refiere a que nuevamente Dios sale al encuentro del orante con una acción mucho más abundante. Teresa nos habla del sueño de potencias (memoria, entendimiento y voluntad) como oración propia en esta tercera manera de riego. La experiencia de la gracia es mucho más clara que en la oración anterior. La acción de Dios en este grado de oración, alcanza al hombre en su interior, en sus facultades, de manera más intensa que en la oración de quietud. Esta acción de Dios “adormece” al hombre con relación a todo lo creado, porque está profundamente cautivo por Dios. La persona siente en sí “embriaguez y desatino de amor”. “Glorioso desatino, una celestial locura” (V.16,1-2). “Ya, ya se abren las flores, ya comienzan a dar olor” (V.16,3) deseosa de servir a su Señor.
Cuarto grado de oración: “… es agua que viene del cielo para con su abundancia henchir y hartar todo este huerto de agua” (V. 18,9). Se trata de la oración de unión de todas las facultades del alma en la que la acción de Dios envuelve y domina a la persona. Santa Teresa describe así la oración de unión: “Acá no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza. Entiéndase que se goza un bien adonde juntos se encierran todos los bienes, mas no se comprende esto bien. Ocúpense todos los sentidos en este gozo, de manera que no queda ninguno desocupado para poder en otra cosa exterior ni interiormente” ocuparse. (V.18, 1) El alma “siente con un deleite grandísimo y suave casi desfallecer toda con una manera de desmayo… toda la fuerza exterior se pierde y se aumenta en las del alma para mejor poder gozar de su gloria. El deleite exterior que se siente es grande y muy conocido” (V.18, 10) La acción de Dios es tan fuerte que suspende todas las facultades del alma, de modo que el orante no puede ocuparse en nada. “Dios coge al alma y la lleva consigo” “Viene un ímpetu tan acelerado y fuerte, que veis sentir y sentís levantarse esta nube (de la gran Majestad de Dios)”. En esta oración hay una unión total de la persona entera en Dios: interior y exterior. Santa Teresa llama a esta gracia de unión levantamiento de espíritu o vuelo de espíritu y unión.
Es importante destacar que a esta oración de unión se llega normalmente, después que el orante se ha ejercitado durante largo tiempo en la oración mental. Así es como se alcanza la plena unión con Dios por medio de la oración con el corazón. Nuestro mayor problema es el activismo, sobre todo encauzado al dinero. La gente ha perdido su dimensión sobrenatural y muchos piensan, equivocadamente, que la finalidad del hombre en la tierra es ganar dinero, y que será más feliz quien más dinero acumula. También hay otras argucias del demonio, como meterle en la cabeza a las personas que si no encuentran una pareja ideal no podrán ser felices, o bien, seguir a toda costa los “atractivos del consumo”: ropa, tecnología, viajes de turismo, droga, alcohol, sexo… ¡Nada de esto es la felicidad! Hay que darle a Dios el primer lugar en la vida, y la vía para conquistarlo es la oración con el corazón.
3. Nuestra Madre nos acompaña
En la tarea de orar con el corazón y enseñarles a otros a realizarla, no estamos solos. Nuestra Madre Celestial camina con nosotros. Y esto se experimenta también con el rezo del rosario, por lo cual hay que recordar que además de practicar la oración metal (o de meditación y contemplativa) no debemos dejar nunca de rezar el santo rosario, dulce cadena que nos ata a María.