El Padre Pío, “rezador de rosarios a tiempo completo”
A San Pío de Pietrelcina se le ha llamado “un rezador de rosarios a tiempo completo”. Y con absoluta propiedad. Cada día rezaba incontables rosarios en honor a María. ¿Cuántos exactamente? Es difícil dar una respuesta exacta. Tenemos, sin embargo, algunos testimonios que pueden darnos una idea más o menos aproximada del número de rosarios que rezaba al día el Serafín del Gárgano.
Asombroso espíritu de oración
Al comienzo del Diario que el Padre Pío escribió en los meses de julio-agosto de 1929, hay una breve indicación sobre sus devociones particulares diarias. La indicación se cierra con este compromiso: “Diariamente no menos de cinco rosarios completos” (Epist. IV,1022). Pero muy pronto esta cifra se vio ampliamente superada.
Fr. Carmelo de Sessano, que fue superior del convento de Capuchinos de San Giovanni Rotondo desde 1953 a 1959, nos ha dejado este testimonio: “6 febrero 1954. Hace unos pocos minutos (apenas habían pasado las 21 horas) he marchado con otros dos religiosos a dar las ‘Buenas noches’ al Padre. Lo hemos encontrado casi preparado para acostarse, con una cofia en la cabeza, que terminaba en dos largos cordones, atados con un nudo al cuello, en las manos dos medios guantes blancos, un cinturón sobre el hábito. Con la puerta aún semiabierta, el Padre ha dicho: ‘Debo decir otros dos rosarios, dos y medio, y me acuesto’. Y yo: ‘Padre, por favor, ¿cuántos rosarios ha dicho hoy?’. Y él: ‘¡Beh!; a mi superior tengo que decirle la verdad: he dicho treinta y cuatro’. Y nosotros: ‘¿Cómo hace para rezar tantos?’ Y él: ‘… pero esto no es para ustedes’. 34 + 2 = 36 rosarios ¡¡en un día!! ‘Sí, 36, recalca uno de los religiosos: yo ya lo sabía. ¡¡Me lo había dicho él!! – Dios mío, ¡delante de ti uno que ora sin cesar a tu Madre!’.”
Cleonice Morcaldi, en su Diario, habla incluso de 60 rosarios completos al día. Escribe la señorita, amada hija espiritual del venerado Padre:
“Una vez, en el confesionario, le pregunté cuántos rosarios rezaba al día. Me respondió: ‘Cuando he terminado mis 180 rosarios (es decir, sesenta rosarios completos), entonces descanso’. ‘¿Y cómo haces para rezar tantos?’. ‘¡Y cómo haces tú para no rezarlos!’. ‘¿También durante la noche los reza?’. ‘¡Claro que también!’, me respondió”.
Con el rosario siempre en sus manos, cada día, de 11 a 12, en oración, en el matroneo de la nueva iglesia, delante del espléndido mosaico de Nuestra Señora de las Gracias, el Padre Pío era una ininterrumpida catequesis viviente de piedad mariana.
Los motivos de un santo
Pero, ¿por qué rezaba el Padre Pío tantos Rosarios y en qué pensaba mientras el rezo del mismo?
El Padre Pío rezaba tantos Rosarios porque era la encarnación del mensaje de Fátima; y, en Fátima, la Virgen María había pedido el rezo diario del Rosario. Pero el verdadero motivo por el que el eadre Pío amó tanto el Rosario es porque la Virgen María en persona se lo había puesto en las manos. La Virgen quiso que el hijo del Seráfico Padre llegase, a través de ella, a Jesús: el Padre Pío, en efecto, siempre llegó a Jesús por María. La senda, pues, que el místico de San Giovanni Rotondo siguió para alcanzar al Señor fue siempre la del Rosario.
La Madre de Jesús, al poner en las manos del Padre Pío el rosario, buscó además otra cosa: Le puso en las manos “el arma” para que lograra salir vencedor en todos los combates a los que, a partir de ese momento, le lanzaría, en un campo de batalla sin fronteras, contra el más terrible de los enemigos.
El Padre Pío no ha sido sólo un amante del Rosario; ha sido también el apóstol de la oración que tanto agrada a María.
La oración que el Padre Pío más promovió en su ministerio sacerdotal fue el Rosario a la Virgen María. No es posible decir cuántos miles de rosarios ha puesto en manos de sus hijos.
¿En qué pensaba el Padre Pío durante el rezo del Rosario? En una ocasión, un alma buena preguntó al querido santo si, en el rezo del Rosario, era necesario estar atento al Ave o al misterio. Él respondió: “La atención debe estar centrada en el Ave María, es decir en el saludo que se dirige a la Virgen, pero ‘dentro’ del misterio que se contempla. En todos los misterios Ella está presente, en todos participó con amor y con dolor”.
El Rosario es, pues, la cristología vivida por la Virgen María. El piadoso Capuchino se alimentó a lo largo de toda su vida de esta cristología mariana. En María, el Serafín de Pietrelcina ha encontrado el universo apropiado en el que poder contemplar a Cristo que nace, es ofrecido en el templo, discute con los doctores, agoniza en el huerto, es crucificado, muere en la cruz, resucita, asciende al cielo, envía al Espíritu.
Fuente: “La presencia materna de María Santísima en la vida de Padre Pío” de Fr. Gerardo di Flumeri / tomado de Marcela González en www.san-pio.org