La maestra y su pedagogía que Chile y el mundo necesitan

Guió la barca de Pedro durante treinta y tres días. Todos fuimos tocados por su paciente amor que abrazó a la humanidad, cual si cada uno fuésemos verdaderamente sus hijos. Pero tras el Papa Juan Pablo I que conocimos hay décadas de aprendizaje que realizó como Albino Luciani en la “escuelita” que tiene a la Santísima Virgen como maestra y al rosario como su pedagogía.

juan-pablo-iEs él mismo quien testimonió esta experiencia en 1975 -tres años antes de ser electo como el 263° sucesor de San Pedro-, cuando la diócesis de Santa María, en el sur de Brasil, le invitó a participar en una peregrinación mariana y en el centenario de la inmigración de los vénetos a aquel país. A Luciani no le gustaba viajar, pero esta vez no pudo decir que no. Al llegar se encontró frente a doscientas mil personas. Comenzó entonces su homilía diciendo:

«Quien ama currit, volat, laetatur. Amar significa correr con el corazón hacia el objeto amado. Comencé a amar a la Virgen María antes aún de conocerla… por las noches frente al hogar en las rodillas maternas, la voz de mi madre rezando el rosario…».

De su veneración llena de ternura y de reconocimiento a la Virgen y de su amor por la práctica del rosario nos habla toda su vida.

«Es imposible concebir nuestra vida, la vida de la Iglesia, sin el rosario, las fiestas marianas, los santuarios marianos y las imágenes de la Virgen», escribía Albino Luciani cuando era patriarca de Venecia.

Pero fue hablando en Verona con motivo de una fiesta mariana cuando señaló la vitalidad espiritual para la vida de fe que se adquiere al rezar el rosario cortidianamente…

«Hoy algunos consideran superada esta forma de oración, no apropiada para nuestros tiempos, que requieren, dicen, una Iglesia toda espíritu y carisma. “El amor” decía De Foucauld, “se expresa con pocas palabras, siempre las mismas y que repite siempre”. Repitiendo con la voz y con el corazón las Avemarías hablamos como hijos a nuestra madre. El rosario, oración humilde, sencilla y fácil, ayuda a abandonarse en Dios, a ser como niños».

El 29 de junio de 1978, tres meses antes de su muerte, Juan Pablo I –Luciani- volvió a su natal Canale por última vez. El párroco recuerda la última imagen que conserva de él: “al entrar en la iglesia lo sorprendí en la penumbra con el rosario en la mano rezando ante el altar de la Inmaculada, en el mismo sitio donde se arrodillaba su madre”.

Así como lo fue para el Papa Juan Pablo I, ciertamente la Santísima Virgen María es la maestra y el rosario su pedagogía, que Chile y el mundo requieren para ir al encuentro de Cristo viviendo los valores que las intenciones de esta cruzada alientan.

Fuente: 30 Giorni/ Stefania Falasca