Rezar el Rosario: Un buen remedio para mejorar la relación con los hijos

Almorzando con un buen amigo hace casi un año, le comenté lo enredado que estaba en la relación con mi hija menor. Él sonriendo, me señaló hacia el cielo con su índice, y me dijo: ¨reza el rosario¨. Para mis adentros y con mis prejuicios por delante, pensé que como todo converso se había rayado y que a todo le ponía el remedio del rezar. Cuál sería mi sorpresa, cuando al día siguiente recibo en mi oficina un sobre con dos rosarios en su interior, acompañados con una nota de mi amigo, en la cual me decía que había sido testigo de innumerables milagros a través de la oración y que nuevamente me animaba a rezar.
Para hacer el cuento corto, el rosario quedó sobre la cómoda de mi pieza por un par de días, hasta que en una de mis frecuentes salidas a caminar, fui con él. Nunca antes había rezado uno, por lo que rápidamente leí las instrucciones de las que rescaté se requería de un Padre Nuestro y diez Ave Marías (ni en ese momento ni ahora entiendo los “misterios”). Al regresar de mi caminata, había rezado dos Rosarios. Ese fin de semana en la playa, también caminando, se sucedía el rezo de uno tras otro, en una especie de meditación con los ojos abiertos, que para mi carácter funciona muy bien. Esa noche, después de muchos meses, la relación con mi hija comenzó a cambiar notoriamente, sin mediar otro hecho que el rezo del rosario; relación que ha ido mejorando hasta hoy.
A través de los meses, comentando esta práctica con otras personas, le he incorporando algunas variantes de mucha valía para mí. Una de ellas, es que al comienzo de cada Padre Nuestro hago un “propósito” específico, que habitualmente dice relación con el agradecer a Dios por todos los regalos que me hace y también pedirle principalmente por las personas que quiero. Es un momento de especial significado ya que visualizo a la persona de la que me estoy acordando, lo cual me acerca mucho a ella. Habitualmente repaso a toda mi familia, amigos, compañeros de trabajo. Sin duda me hace mirar con mucha mayor amabilidad a esas personas y la relación con ellas. También le pido a Dios por mí, para que me acompañe en las tareas del día y me ayude a mirar más allá de mis propios intereses. Habitualmente rezo en las mañanas en al auto, rumbo a la oficina, lo que ha tenido un doble efecto maravilloso: el rezo propiamente tal y eliminar la arraigada práctica de escuchar las enervantes noticias matutinas.
También rezo subiendo cerros y durante las caminatas. Ha sido un regalo maravilloso de mi amigo. ¡Gracias!
Juan Manuel Santa Cruz M.
Santiago de Chile